El arcoiris deslumbra una tarde oscura y fría. Una vez más un sol radiante asoma por el horizonte para dar energía y fuerza a la vida terrestre. Una vez más la naturaleza te brinda un compás ordenado de maravillas en forma de colores y armonía. Una vez más un arcoiris perdido en una posición escondida. Te acercas, y se aleja. Te alejas, y se acerca. Una sombra, un reflejo, y unas pocas gotas de agua. Un compás de sensaciones. Ira, vergüenza, tristeza, miedo, hostilidad, repugnancia, aburrimiento...pero también amor, orgullo, alegría, confianza, paz, admiración y sorpresa. Un Do, Re, Mi, Fa, Sol, la, si...un compás de notas al cual hay que prestar atención. Una serie de sucesivos colores que hace estremecer al cuerpo más firme de la tierra. Que hace vibrar con tal intensidad el corazón que puedes llegar a sentirlo realizando su incesante trabajo. Una serie de colores, que has de memorizar antes de que desaparezcan de nuevo entre la oscuridad que cala las aceras y los tejados. Un vaivén temporal que te regaló un vals al son de la lluvia, y que esperemos que resurja de nuevo por el horizonte. Volviendo a dar vida a los presos del temporal. Volviendo a mostrarnos ese compás de colores Rojo, naranja, amarillo, verde, cían, azul y morado...volviendo a recordarnos que su luz es necesaria para que veamos. Volviendo a recordar que seguimos vivos bajo tal tempestad.
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