Y de repente, algo cambia. El sol
desaparece, las nubes se apoderan del azul celeste que invadía, hace nada, cada
mirada perdida hacia un imposible. Y ahora ya, no hay Azul, ahora ya solo hay
Gris. Ya solo existe un color inerte y carente de calidez. Un imposible, que
ahora, se ve más lejano todavía. Un imposible que llenaba de paz y tranquilidad
cada destello hacia el horizonte, cada amanecer con su aurora, cada atardecer
con su alba, cada noche con sus estrellas. Un cielo claro, que ahora se esconde
tras unos nubarrones cargados de agua, oscuridad y frío. Llover, nevar,
granizar... ¡Qué más da! Si al final siempre te calas. De arriba abajo, el frío
se apodera de ti. Y no puedes hacer nada, nada. Ya solo queda esperar con anhelo que
esas nubes den un respiro, y que en el amanecer, el atardecer, las tardes, las
mañanas e incluso las noches con su oscuridad, podamos ver de nuevo destellos
de luz para poder perdernos con ellos, en un imposible…
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