sábado, 7 de septiembre de 2013

Una simpledad compleja

La fuerza de la naturaleza se impone. Se abre paso sobre cualquier obstáculo de manera apabullante. Tan sólo un motor que da vida y poder a la tierra en la que pisamos. Tan sólo un motor que es esencia de todos nosotros. Una simpledad compleja. La más compleja. Unas leyes naturales que sobrepasan los límites humanos. Dependencia extrema a nuestra propia esencia. Dependencia de todo aquello que nos rodea. Dependencia en definitiva. Todo nace de la tierra, desde los propios rayos de una tormenta, hasta las propias vidas que nos dan esa cosa, que nos da y nos quita, a la vez, nuestra propia existencia. Todo desde abajo, pero en busca de tal motor. Una esencia clara, la propia superación. Quizá sea nuestra peor pesadilla, o nuestra mayor virtud. Quizá, si, quizá. Pero solo quizá me daréis la razón en que es la propia vida, entre la naturaleza, la que nos permite buscar ese foco al que debemos todo. Es la propia vida la que nos hace temer y amar, a la vez, a nuestro alrededor, cual fiero sea él. Y es nuestra propia vida la que nos da, con esos sueños que nos rodean, las fuerzas y las ganas de alcanzar nuestro propio motor.